18 de julio de 2015

Segundo juicio de Julián Antillanca

LUEGO DE CINCO AÑOS Y TRAS UN PRIMER JUICIO QUE FUE ANULADO

Cadena perpetua para los policías que asesinaron a Julián Antillanca

Los agentes Martín Solís, Jorge Abraham y Laura Córdoba fueron condenados por homicidio calificado, mientras que el comisario Carlos Sandoval fue condenado a tres años de prisión en suspenso por encubrimiento agravado. En el juicio se apuntó contra las abusivas prácticas de la fuerza de seguridad provincial.

La violencia institucional en la provincia del Chubut sufrió su primera gran derrota. Luego de casi cinco años y tras un juicio anterior que sugestivamente absolvió a todos los imputados, por fin el lunes 6 de julio los responsables policiales de la muerte de Julián Antillanca fueron condenados. El caso espera ser un punto de inflexión en la provincia del Chubut, donde la institución policial registra un penoso índice de violencia y hostigamiento a jóvenes de los sectores de escasos recursos.
Si bien el crimen de Julián estuvo a punto de quedar impune, la pelea de la familia Antillanca y un apoyo social creciente torció la historia: el Superior Tribunal de Justicia de la provincia obligó a realizar un nuevo juicio luego que en el 2012 se absolvieran a los imputados desdeñando pruebas y testimonios claves. La decisión del máximo tribunal de Justicia de la provincia se suma a lo que anteriormente resolvió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuando en otro caso condenó al Estado por ser culpable de la desaparición en el año 2003 de Iván Torres, luego de ser detenido en Comodoro Rivadavia por la Policía del Chubut. La fuerza provincial está implicada en al menos otros cuatro crímenes, además de sumar semana a semana denuncias por abusos, maltratos y hostigamiento a familiares de las víctimas y testigos.    

Una noche fatal: “Espiral adrenalínica”

En la madrugada del 5 de septiembre, los policías Martín Solís, Jorge Abraham y Laura Córdoba cumplían en la zona de boliches de Trelew lo que en la jerga policial se llama “adicionales”: con uniforme y armas aportados por el Estado provincial hacen tareas de prevención y seguridad pagado por privados. Pero no fue una madrugada cualquiera: en el margen de pocas horas primero los agentes golpearon salvajemente a los hermanos Aballay y posteriormente golpearon hasta matar al joven Julián Antillanca. Este cuadro de violencia en nombre de la policía provincial fue calificado por la fiscal Mirta Moreno como una noche de “espiral adrenalínica”, es decir, un abuso violento y sanguinario de los policías que no podían saciar la sed de golpear a los jóvenes.
Cuando Julián Antillanca y Walter Torres vieron desde el boliche Ku cómo los policías Solís, Abraham y otros golpeaban en las inmediaciones a los hermanos Sergio y Matías Aballay, Torres arrojó una botella en repudio del accionar de los agentes. Dos horas después, sería el propio Julián quien sufriría la golpiza: la testigo Daiana Monsalvez aseguró ante el tribunal: “Lo estaban re golpeando”, y relató que se trataba de tres policías varones y una mujer.
Según las pericias realizadas por los forenses, Julián Antillanca murió por múltiples lesiones vitales provocadas por terceros, y no por un coma etílico como sostuvo el primer informe policial y la prensa el día posterior a su muerte.
La fiscal Moreno describió en base a los testimonios cómo en el momento de la golpiza existía una suerte de “distribución de tareas”: uno lo sostenía por la parte de la cabeza, otro en las piernas mientras era golpeado con la tonfa (bastón que utilizan los agentes policiales); por su parte, la agente mujer evitaba que se acercaran las personas que transitaban por el lugar en esa madrugada. La mujer policía se trata de Laura Córdoba, quien era la oficial superior de los policías Jorge Abraham y Martín Solís, y bastaba sólo una orden de ella para frenar la brutal golpiza que llevó a Julián a la muerte.

Encubrimiento: una escuela de terror

Una vez consumado el asesinato, desde el jefe de la comisaría cuarta de Trelew, Carlos Sandoval, hasta los agentes implicados, tramaron una coartada de encubrimiento: se arrojó el cuerpo en las calles Patagonia y Rivadavia de la ciudad del valle para involucrar a otras personas en su muerte, se ocultó pruebas fílmicas a la investigación judicial y ajustaron un relato falso sobre los hechos que repitieron hasta el último día del juicio. Por si fuera poco, como explicó el propio César Antillanca, padre de Julián, el comisario Sandoval le aseguró el mismo día del asesinato que la causa de la muerte fue un coma etílico y le comentó que tenía “unos raspones en la nariz y en la oreja”.
Lo que Sandoval describió como raspones concuerda en realidad con lo que describió la testigo Monsalvez y fue acreditado por los forenses: las heridas de Julián son indicadores de sujeción, golpes de botín, trompadas y golpes de tonfa. La conclusión es categórica: a Julián Antillanca lo mató a golpes la policía.
Una vez asesinado, los policías cargaron el cuerpo en el móvil 234 y lo arrojaron en la calle Patagonia y Rivadavia, a pocos metros de la casa de la familia Amigorena quienes según otros agentes de la comisaría cuarta tenían “un modus operandi” sospechoso. La coartada era obvia: una vez que se descubriera la falsedad del coma etílico, se buscaría involucrar a los Amigorena en el asesinato. Para desbaratar la historia fue clave el testimonio de Jorgelina Domínguez, quien en esas primeras horas de la mañana vio oculta desde la esquina cómo la policía arrojaba el cuerpo sin vida de Julián, y posteriormente pudo identificar a Martín Solís como el agente que se bajó para corroborar que nadie los veía (sin advertir claro, a Jorgelina). El conductor del patrullero sería Pablo Morales, el único de los imputados que fue absuelto ya que el tribunal entendió que no fue identificado en ninguna de las circunstancias que van desde la golpiza hasta que arrojaron el cadáver.
Los peritajes que se hicieron en el patrullero arrojaron pruebas concluyentes: dentro del móvil policial 234 se encontró rastros de ADN que concuerdan con el linaje de Julián Antillanca. El testimonio de Jorgelina y las muestras genéticas prueban cómo se deshicieron del cuerpo de Julián y cómo se orquestó el comienzo del encubrimiento.
Analizada las pruebas en juicio, el tribunal compuesto por Darío Arguiano, Adrián Barrios y Marcelo Di Biase resolvió condenar a cadena perpetua a los policías Jorge Abraham, Martín Solís y Laura Córdoba por ser los autores materiales del homicidio calificado, y al comisario Carlos Sandoval a tres años de prisión en suspenso por ser el responsable de las tareas de encubrimiento.

Los jóvenes de bajos recursos en la mira

La abogada por parte de la familia Antillanca, Verónica Heredia, en su alegato apuntó a la función y al rol que cumple la policía. El diagnóstico es tenebroso: para la letrada el crimen de Julián no puede desentenderse del contexto donde el sector social de “jóvenes de escasos recursos” es víctima de persecución por la fuerza de seguridad.
En ese sentido, Heredia también se centró en el papel de encubridores que cumplió el resto de los agentes de la comisaría cuarta tras el asesinato de Julián. “Fue un festival de los no me acuerdo. Policías que vinieron a declarar y lo único que pudieron decir fue no recuerdo, no se decirle”, se quejó ante el tribunal. Además, analizó que según las declaraciones de los 26 agentes que estuvieron en el juicio, sabían distinguir muy bien cuál era el sector social a controlar: para Heredia la policía provincial es cómplice del estado de discriminación y desigualdad, ya que fueron ellos quienes hablaron de “diferentes clases sociales” entre los que asistían al boliche Ku o al boliche Místico en Trelew: “Ejercen sus funciones controlando a esas clases sociales”, resumió la abogada en relación a los sectores más postergados del que era parte Julián.  
Además, Heredia analizó las condiciones en las que trabaja la policía, que sin desligarle las responsabilidades penales del caso, es “un caldo perfecto para la violencia” al realizar el régimen de “adicionales” una vez que cumplen su horario normal de trabajo, recargando niveles de stress y cansancio.
Por último, Heredia cerró su alegato recalcando que los tribunales de Justicia son responsables de “la impunidad con que se sienten” los que usando instrumentos del Estado se vuelven criminales. La condena contra los asesinos de Julián podría ser el primer capítulo para cambiar esa historia.  

César Antillanca: “Para terminar con los abusos hace falta decisión política”
El papá de Julián, César Antillanca, hizo un análisis sobre lo que significó el juicio para Chubut. “En primer lugar hay que destacar que con el fallo el Poder Judicial aceptó que lo que denunciamos los familiares y amigos de Julián y el colectivo de organizaciones está sucediendo”, sostuvo en referencia a los abusos de la policía con los jóvenes. Luego agregó: “En lo local este fallo se puede transformar en jurisprudencia; pero para terminar con la lógica de abusos se necesita decisión política por parte del Poder Ejecutivo. Acá hay una lógica delictiva que no se acota a la institución policial sino que tiene que ver con los poderes del gobierno”, sostuvo.
Finalmente, Antillanca opinó que el fallo condenatorio no tiene que ver solamente con el análisis de las pruebas, sino que fue importante las manifestaciones públicas de diferentes sectores, fundamentalmente en contraste con el primer juicio donde la movilización pública era menor y se terminó absolviendo a los imputados: “En este caso la justicia fue un proceso social, que no sólo se dio en Trelew sino en toda la provincia”, opinó.