19 de junio de 2014

El regreso de los chicos de Malvinas

HACE 32 AÑOS LA REPORTERA MABEL OUTEDA CUBRIÓ LA LLEGADA DEL CRUCERO INGLÉS CON LOS SOLDADOS ARGENTINOS QUE SOBREVIVIERON A LA GUERRA 
El día que Puerto Madryn se quedó sin pan
Desobedeciendo a las autoridades militares,
los madrynenses reciben a los soldados
El 19 de junio de 1982 quedó grabado en la memoria colectiva de la ciudad, y el recuerdo se cita más o menos igual: “El día que Madryn se quedó sin pan”. Había pasado sólo una semana del final de la guerra de Malvinas, y hacia la noche del día anterior comenzó a circular un rumor: los soldados regresarían al continente y desembarcarían en Puerto Madryn. A partir de ese momento, el pueblo en las calles manifestó una de las desobediencias civiles más sintomáticas del final de la dictadura.
Mabel Outeda trabajaba como fotógrafa del periódico Impacto, un semanario que se editaba en Puerto Madryn, cuando ese día tuvo que cubrir el acontecimiento como reportera. “Desde la puerta de mi casa se veía todo el golfo y estaba esperando hasta que a lo lejos se empieza a ver un punto blanco”, rememora sobre los primeros momentos de esa mañana, cuando el Canberra (crucero inglés que traía el principal contingente de unos 4 mil soldados argentinos) se asomó por el horizonte: “No tenés idea con qué velocidad llegó hasta el puerto”, le comenta al periodista como dándose a entender. Outeda tomó algunas de las fotografías más recordadas de ese día, pero al hablar de ellas modestamente se quita todo tipo de méritos y cualquier tipo de propiedad: “Las fotos no son mías, ya les pertenecen a los veteranos”, asegura.
Mabel Outeda fotografió la llegada de los chicos de la guerra al continente
¿Cómo recordás ese 19 de junio del 82?
En realidad todo comenzó el día anterior: se anunció muy así nomás, de boca en boca, que iban a llegar acá o a Bahía Blanca. Pero cuando amanecimos con la ciudad tomada por el ejército nos dimos cuenta enseguida que iban a traerlos a Madryn. Cuando vi que el barco estaba llegando quise ir hasta el muelle pero los militares no nos dejaron pasar. Cerca del cementerio me encontré con Victoriano Salazar, que estaba a cargo de la intendencia, y me comentó que no podía hacer nada, que la ciudad estaba tomada por el ejército. Sería algo así como las diez de la mañana.
¿Cómo fue la llegada de los soldados?
Ellos mismos nos decían que bajaron del barco con miedo, creían que los iban a castigar por perder las Malvinas. Eso fue porque antes de llegar en el barco recibieron una arenga por parte de los militares argentinos en la que les dijeron que el pueblo los estaba esperando para castigarlos cuando en realidad fue todo lo contrario: el pueblo los esperaba con ansiedad; queríamos verlos, tocarlos, aplaudirlos y hablar con ellos.
¿Fue así desde el primer instante?
No. Al principio los que estaban a cargo del operativo querían evitar que tengamos contacto con los soldados. Es más, los primeros camiones militares que salían del puerto pasaban tapados con lonas y los metían a los chicos en las barracas de Lahusen, donde hoy funciona el bingo municipal. Pero entre las personas de la ciudad había como una desesperación por abrazarlos, por darles de comer. No fue algo preparado sino espontáneo, algo que surgió de las personas que estábamos parados en la vereda, sólo queriendo verlos pasar y confirmar que por fin estaban de vuelta.
Fue así que nació la historia de que Madryn se quedó sin pan.  
Claro; pero además muchos vecinos se llevaron a los chicos a comer a sus casas, les prestaron el teléfono para que se comuniquen con sus familias, o nos daban el número y nosotros llamábamos a las familias. Hoy recuerdo esas caras y te voy a decir lo que parecía: era como un jardín de infantes, pero que estaban totalmente deteriorados; así llegaron esos chicos.
¿Además de tu trabajo como periodista te sumaste a esa ola espontánea de solidaridad?
Es que en un momento bajé la cámara y me olvidé, y todo el pueblo hizo lo mismo. Lo importante eran los soldados: empezamos a pedir los teléfonos para avisar a los familiares. Llamábamos a un montón de ciudades y cuando las familias nos atendían no nos creían, se enojaban y pensaban que les estábamos haciendo una broma de mal gusto. O también los chicos nos decían que su familia no tenía teléfono pero que podíamos llamar a una vecina y cosas así; fue una situación como para una película, empezó a media mañana y eran las diez de la noche y seguíamos llamando a todo el país.
HISTORIA DE LAS FOTOS     
Según Outeda, el propósito de la dictadura era evitar el contacto entre los madrynenses y los soldados, “engordarlos en los cuarteles y después soltarlos”. Pero luego del paso raudo de los primeros camiones militares, absolutamente tapados, con un grupo de fotógrafos y otros madrynenses burlaron los cordones de seguridad impuesto por los militares: “Éramos tres o cuatro fotógrafos de los medios y nos preguntábamos qué podíamos hacer. Entonces les propongo que rompamos el cerco para entrar pero no querían arriesgarse”, asegura la fotógrafa.
¿Empezó todo buscando conseguir una foto del acontecimiento?
Algo así. Yo les dije a mis colegas que me iba a meter así tenían una foto de cuando los militares me dieran un culatazo. Pero además de la foto, uno quería el contacto también, y a partir de ese primer intento la gente encaró y no nos pudieron parar, se desbandó todo. En ese momento comienza a darse el contacto con los chicos que salían por camiones y empezaron a pedirnos pan.
¿Cómo surgió lo de llevarlos a las casas?
En la barraca Lahusen los militares les daban una latita de comida, lo mismo que le daban en las islas y como que le decían “calentate eso y comelo”. Claro que los chicos no querían comer nada de eso, déjate de joder, con lo que ya habían pasado. Así que de a poco los vecinos se los fueron llevando a sus casas.
¿Eras consciente de lo que ese día estabas cubriendo como periodista?
Sí, pero nunca intuí si tenía una buena foto o no. Tomé varios rollos de película y en un momento dije basta, me di cuenta que había que hacer otra cosa.
¿Y qué pasó después de los hechos?
En ese momento me di cuenta que para los que somos de Puerto Madryn todo eso dolió mucho, y la gente prefirió callar. Además había mucho miedo y sabían que las fotos eran unos documentos muy fuertes.
¿Las fotos permanecieron ocultas?
No, yo no oculté nada pero después de que salió en el diario nadie me vino a preguntar qué otras fotos tenía como me era común con otros trabajos. Si sacaba fotos de un partido de fútbol venían y me pedían para que les de una; yo hacía las copias de contacto y elegían. Pero con la llegada de los soldados nadie me pidió nada hasta mucho tiempo después; pienso que esa negación fue por miedo.
¿Ni siquiera las autoridades de la dictadura?
No. Luego les dejé los negativos a los veteranos de guerra porque con el tiempo me insistían todo el tiempo para que se las pase; por eso hoy digo que yo ya no tengo nada que ver con esas imágenes, las fotos son de ellos.
LA GUERRA
El mismo día que se produce la recuperación momentánea de las Malvinas, Mabel Outeda intuyó que se trataba de una aventura militar descabellada: “Ese 2 de abril me enojé con todo el mundo porque me parecía una locura y me negué a cubrir el acto de festejo por la recuperación de las islas”, recuerda la reportera.
¿En Madryn se vivió con mucho fervor patriótico?
La gente de mi entorno estaba entusiasmada y muchas personas incluso juntaban cosas para enviarles a los soldados. Mi postura me llevó a enojarme con mucha gente, con mis parientes y mis amigos y tuve que decidir por un tiempo no hablar más del tema hasta que de algún modo tuvieron que tristemente darme la razón.

Secuencia: en la imagen superior un soldado
arroja una campera; en la siguiente una
vecina se retira con el obsequio.
Aparte desde el 2 de abril hasta el comienzo del enfrentamiento bélico pasó un mes
Claro. Recuerdo que mi familia no sabía qué hacer conmigo; porque si bien todo me parecía una locura me anoté para ir como fotógrafa. Todos me decían que era una locura porque era mujer. Luego los hechos sucedieron muy rápido y no pude ir.
Entre abril y junio también recibieron soldados mientras se desarrollaba la guerra
Es que cuando pasaban micros con soldados en dirección al sur, hacían una parada técnica en la vieja terminal de Madryn. Ya en ese momento muchos de los vecinos comprábamos cajas de galletitas en una tienda mayorista y se las llevábamos. Ya en ese momento me pasaron cosas extraordinarias con los chicos: me preguntaban “¿señora dónde estamos?” o “¿a dónde nos llevan?”. Los escuchabas y se te caían las medias.
¿Pudo saber qué suerte corrieron algunos de ellos?
No, la verdad que no. Pero lo que sí recuerdo es que cuando iban para las guarniciones del sur no tenían ni idea de dónde estaban, y cuando volvieron tampoco tenían idea. Insisto, era como un enorme jardín de infantes, pero con rostros aterrados.