10 de febrero de 2014

Semblanza de Puerto Madryn

La ciudad del golfo acumula una serie de problemas que se resuelven mucho más lento que el crecimiento demográfico. De ser un pueblo de seis mil habitantes, hoy cuenta con más de 80 mil, la ciudad se sigue extendiendo de manera precaria, falta infraestructura y se resienten los problemas laborales de la pesca.

Puerto Madryn: cada vez más poblada y con mayores tensiones sociales

En la intersección de las calles Marcos Zar y España, en el centro de Puerto Madryn, una pared fue escrita con aerosol: “La tierra para el que la necesita y la trabaja”. El grafiti delata uno de los problemas que la ciudad del golfo arrastra desde mucho tiempo. Algunos permanecen latentes, otros en manifiesto litigio entre los dueños de las tierras y los productores, y también tensiones que permanecen más o menos ocultas en la fama local de un lugar naturalmente privilegiado, publicitado internacionalmente por la visita anual de la ballena franca austral, los cruceros turísticos y por ser uno de los balnearios preferidos de la Patagonia.
Sin embargo, detrás de la cortina del turismo y el medio ambiente no sólo la tierra es un bien salvajemente disputado; el crecimiento demográfico de las últimas cinco décadas, la carencia de viviendas sociales, la imposibilidad de llevar los servicios públicos básicos a nuevos terrenos, los problemas laborales de la industria y de la pesca componen un cocktail explosivo que periódicamente parece estar dando todos los indicios de estar por estallar. Los condimentos aleatorios de este panorama son algunos indicios de xenofobia y discriminación con los inmigrantes que llegaron a este lugar durante el siglo XX y continúan llegando en la actualidad. 
El año pasado, Puerto Madryn fue la localidad de Chubut que contó con mayor cantidad de manifestaciones callejeras: trabajadores de la pesca, de la construcción, de la industria textil, trabajadores del Estado municipal, docentes y auxiliares de la Educación y productores porcinos recorrieron las calles céntricas todas las semanas con suerte diversa. En ese contexto, el mandatario local, Ricardo Sastre, escuchó personalmente cada uno de los reclamos pero sinceraba su falta de atributos para dar solución de fondo en la mayoría de los temas, fundamentalmente en la cuestión laboral de la pesca. 

La ciudad que más creció

La localidad portuaria es el centro urbano más atractivo para los inmigrantes que llegan a Chubut, tanto de países limítrofes como de otras provincias argentinas. Pero incluso esa preferencia se da entre los migrantes del interior de la provincia. Ese crecimiento demográfico, que fue marcando varios hitos en los últimos cincuenta años, es una de las razones profundas para que esta ciudad cuente con un sumario de conflictos sociales sin resolver.
Puerto Madryn fue la ciudad de Chubut que más creció en la primera década del siglo XXI: se sumaron veinticinco mil nuevos habitantes alcanzando un total de 82 mil personas. Incluso, está entre las diez ciudades que más aumentaron su población en Argentina en el mismo periodo.
Aunque mayor que nunca, no fue la primera vez que se registró un aumento poblacional tan importante: desde la década de 1970 a 1980, pasó de ser un pueblo de 6115 habitantes a una ciudad de más de 20 mil (en ese periodo Puerto Madryn se triplicó) y en la década siguiente se duplicaría y llegaría a nada menos que 45 mil personas. El diagnóstico de Puerto Madryn es unívoco: una ciudad de rápido y constante crecimiento.
Pero a todo ese vértigo demográfico también crece la demanda de una infraestructura urbana que vaya dando respuestas en plazos más o menos aceptables. Según el censo poblacional del año 2010, la ciudad cuenta con 24 mil hogares, de los cuales más de dos mil (8,7 por ciento del total) eran familias con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) . Hacia el oeste del casco urbano histórico, las usurpaciones de terrenos ocupan una proporción de casi dos tercios de extensión geográfica de lo que es el resto de la ciudad.
En el análisis fino de los datos demográficos, Puerto Madryn revela otro aspecto singular y que demanda un proyecto de ciudad tan necesario como la propia infraestructura urbana: cuenta con el mayor porcentaje de niños y adolescentes de la provincia. Ignorar esto podría resultar en otro conflicto social en el futuro más o menos cercano.

La demanda de viviendas

A mediados del año pasado, la gestión del intendente Ricardo Sastre realizó un empadronamiento en cada uno de los barrios para conocer la demanda exacta de viviendas y terrenos sociales en Puerto Madryn. Los tres mil demandantes confirmaron las sospechas del mandatario, y con las carpetas llenas de planillas, Sastre viajó a Rawson para que la provincia también sea responsable de tamaña demanda.
Sin embargo, la solución no es simple: alrededor de la ciudad en casi un ochenta por ciento de las tierras en manos privadas pertenecen a una sola firma que, según al entender del propio intendente, buscan especular con el valor de la tierra para sacar réditos extraordinarios. Mientras tanto, las usurpaciones se consolidan y se extiende un gran manto de construcciones informales.
El empadronamiento sirvió en varios sentidos: permitió tener un diagnóstico cabal de la situación social de Madryn y como demostración de fuerza para que el mandatario local pueda pelear por los recursos. Sin embargo, esto mismo terminó por ser un bumerang para la administración comunal y el propio Sastre: la expectativa por conseguir tierras para construir su propia vivienda sigue siendo hasta hoy uno de los factores más difíciles de satisfacer: al empadronarse, los madrynenses creyeron que el sueño de un terreno o de una casa estaba mucho más cerca.
Por otro lado, algunos de los madrynenses “nacidos y criados” manifestaron públicamente en los medios gráficos y radiales de la ciudad su disconformidad por no tener privilegios a la hora de decidir a quién se tendría que favorecer prioritariamente. Puerto Madryn es una ciudad donde los “NyC” conforman una minoría –en algunos casos pretensiosa—que despierta rencores de origen y también expresiones xenófobas. Durante los días del empadronamiento, esos sentimientos se exacerbaron.  
Una gran cantidad de nuevos habitantes llegaron de Bolivia y Perú, quienes conforman un colectivo activo y organizado, y son en casi un ciento por ciento personas con la ciudadanía argentina legalmente adquirida. Pero también se da una intensa migración desde otros puntos del país y del interior de la provincia.

La disputa por la tierra

A partir de acuerdos políticos de coyuntura, una orden judicial de desalojo a los productores porcinos de la ciudad se encuentra suspendida. Simultáneamente, el Concejo Deliberante, la administración municipal y la empresa San Miguel (dueña de los terrenos “usurpados”) trataron de llegar a un acuerdo para que las tierras queden finalmente en manos de los productores. En los últimos cuatro meses no hubo acuerdo y tendió a dormirse en los cajones de concejales y de funcionarios que saben que en el fondo es un fierro caliente.
La ocupación de las tierras donde hoy se concentra la producción porcina que abastece bajo normas de salubridad y comercio a la propia ciudad del golfo se produjo hace ya más de veinte años. Se ubican en un sector conocido como Barda dos, encajadas contra la ladera de cerros que cierran la zona urbana y la cuadricula de la ciudad. Son terrenos de baja utilidad pública para el desarrollo urbano: terrenos con zanjas y quebradas que no permiten, por ejemplo, pensar en un plan de viviendas.
Los más de treinta productores también están organizados: realizaron su propio censo para determinar quiénes son las personas que de verdad tienen animales porcinos, aves de corral y se dedican a la actividad productiva; manifestaron su voluntad de pagar por los terrenos a un precio razonable, y en todo caso están dispuestos a irse a otros terrenos para llevar su medio de sustento económico, con el mismo compromiso de pagar por el nuevo espacio. La coartada de los productores juega a favor de ellos.
Norma Carabajal explicaba que sus hermanos tienen una producción de chanchos hace quince años: “Nosotros no queremos que nos regalen nada, queremos pagar por el terreno pero tampoco que se pasen de vivos. Sabemos que estas tierras no son una fortuna”, explicó a este cronista. Además, aclaró que lo que más les preocupa “es que lleven adelante el desalojo y no sepamos dónde dejar nuestros animales que es lo único que tenemos”.
El último ofrecimiento público para saldar este problema vino de la empresa San Miguel, titular legal de estas tierras que sin la producción porcina serían absolutamente ociosas. En principio pidieron un intercambio por tierras en zonas más favorables y una condonación impositiva por más de veinte años. Para los concejales de la oposición local esto fue inaceptable; y el propio intendente Ricardo Sastre aseguró que era una burda “especulación” por parte de San Miguel.
Hasta el momento, la situación sigue igual que en mayo del año pasado: la orden de desalojo está en suspenso, los productores continúan trabajando sin certezas de qué puede pasar mañana, y la ciudad abasteciéndose de la producción de los chancheros. Los más de treinta productores solo esperan que no se repita en sus terrenos el amedrentamiento con la presencia de la guardia de infantería y las máquinas viales dispuestas a avanzar sobre sus casas y corrales como ocurrió el año pasado.

Carencia de servicios públicos

Además de que un altísimo porcentaje de las tierras que rodean a la ciudad están en manos de pocos, se suma otro obstáculo no menos complejo: la falta de extensión de los servicios públicos como agua, gas y electricidad a las zonas susceptibles de extenderse la ciudad.
El intendente Sastre gestionó ante la provincia y el gobierno nacional la extensión de las redes, pero va llegando a cuentagotas. Por otro lado, unos viejos terrenos que pertenecían a la Armada Argentina hoy son del IPV (organismo provincial de Vivienda) y recién este año empezarían avanzar las zanjas para llevar los servicios y se trazarían las primeras calles.
Los concejales y funcionarios saben que de crecer, la ciudad tendría que hacerlo hacia el sur; ya que el eje este oeste está cerrado por el golfo y la zona de bardas, y hacia el norte serían proyectos inmobiliarios de otras características. Sin embargo, la imposibilidad de extender la infraestructura vital básica redunda en otro cuello de botella para responder a la sideral demanda de tierras y viviendas sociales que tiene Puerto Madryn.

La actividad pesquera en crisis

Los madrynenses tienen internalizado un eslogan: si los trabajadores de la pesca no cobran la ciudad comercialmente se hunde. Ese principio no tiene un ápice de exageración. La actividad productiva que sostiene la vida urbana y comercial de la ciudad portuaria no es en esencia ni el turismo ni la producción de aluminio, sino el consumo promedio que hacen miles de trabajadores pesqueros y de las plantas de tratamiento de la materia prima.
Sin embargo, recurrentemente la pesca enciende alarmas en cuanto a lo laboral. Hace casi tres años que la empresa pesquera (Harengus) tiene la puerta cerrada y continua el proceso de quiebra; por si fuera poco, el año pasado se sumó la principal empresa del sector: Alpesca. Durante todo este periodo que Harengus estuvo en proceso de quiebra, la empresa fue camino al desmantelado: se busca subastar las embarcaciones y al mismo tiempo el gobierno provincial ensayó algunos vericuetos legales para tratar de que retome la producción. Todo fue infructuoso.
Nota publicada en El Extremo sur, edición 134 (Enero de 2014)
Al mismo tiempo, más de 150 trabajadores recibieron en todo ese tiempo un subsidio del Estado provincial de tres mil pesos para evitar un estallido social. Casi siete millones y medio de pesos de fondos públicos destinados a sueldos precarios de trabajadores pesqueros.
Por si fuera poco, Alpesca desembocó en una crisis parecida, aunque agravada por condimentos espurios que lo hacen aun más suspicaz. Son 1200 trabajadores que hasta que se resuelva la situación, la provincia del Chubut abonará dos mil pesos mensuales, mientras tanto se cayeron tres propuestas de compra de la empresa por parte de inversores extranjeros. En el medio, todos indicaban que el dueño de la empresa era Omar “Cura” Segundo, un ex estivador portuario que se hizo famoso en todo el país tras el programa de Jorge Lanata sobre el narco escándalo, luego de que se hallaran más de 100 kilos de cocaína en Poseidón, otra empresa pesquera de la ciudad y manejada por Segundo.
Del mismo modo, la empresa Moliendas del Sur no escapa a las generales de la ley: la planta productora de harina de pescado se encuentra con una actividad irregular desde hace tres años, y fue más el tiempo que permaneció cerrada que en actividad, trayendo aparejado además serios problemas ambientales por la falta de procesamiento de los deshechos de pescado. La empresa involucra 30 trabajadores de planta más los operadores de transporte.
En suma, la principal actividad productiva de Puerto Madryn, redunda en una espada de Damocles en el rompecabezas que amenaza la situación laboral y los problemas sociales más calientes.