14 de junio de 2012

La dictadura en Malvinas


30 AÑOS DESPUÉS DE LA GUERRA
Las revelaciones del informe Rattenbach
La comisión investigadora convocada por la última Junta Militar realizó una evaluación sin atenuantes sobre el desarrollo del conflicto. A partir de la decisión de la presidenta Cristina Fernández de hacer público el documento, se puede conocer las falencias y graves errores en la denominada gesta de Malvinas, la falta de preparación de las Fuerzas Armadas y el grave desamparo de los soldados en las islas. Además, por qué creyeron que la rendición fue apresurada.

Uno: La política y la historia
El Estado argentino no tiene una vasta tradición en la publicación de documentos secretos. En realidad, la mayoría de los países practican un absoluto recelo en mostrar las informaciones y posiciones confidenciales de sus ministerios y jefes de Estado sobre el pasado reciente. Quizás como contraste excepcional es el caso del Foreign Office del gobierno británico, que regularmente desclasifica documentos aunque siempre unas cuantas décadas después de sucedido los hechos.
Con la decisión de la presidenta Cristina Fernández de hacer público el informe Rattenbach, Argentina ha tomado una política cargada de simbolismo en la cuestión Malvinas. ¿Qué es el informe Rattenbach? Es el nombre informal que se le dio al documento elaborado por una comisión de altos mandos militares sobre lo actuado en la guerra de Malvinas. La comisión investigadora estuvo conformada por dos oficiales de cada una de las Fuerzas Armadas, y la presidió precisamente el Teniente General Benjamín Rattenbach, miembro del Ejército. Se trató de una investigación con carácter secreto, destinado a la cúpula del último gobierno dictatorial, donde los militares se critican duramente desde adentro; es decir, son los militares evaluados por sus propios camaradas.
La comisión fue convocada por el presidente de facto Reynaldo Bignone, quien sucedió a Leopoldo Galtieri tras la guerra de Malvinas. Lo de Bignone fue un gobierno de transición hacia la nueva democracia que estrenaría Argentina, y tuvo como principal tarea intentar atenuar lo hecho durante la última y más sangrienta de las dictaduras. Para eso adoptó dos políticas: sancionar una ley ilegítima (pues no existía un órgano democrático que le diera peso político porque básicamente no había democracia) de autoamnistía a las fuerzas armadas y de seguridad, pretendiendo cancelar cualquier juicio posterior que se pudiera hacer sobre la represión al pueblo y la violación de derechos humanos; y segundo, encomendó el análisis de la guerra de Malvinas, centrándose a un único argumento crítico: que Gran Bretaña era un contrincante superior en tecnología y fuerza militar que redundó en la derrota bélica. Sobre Malvinas, la comisión tomaría una postura más crítica de lo que esperaban los funcionarios de la última Junta Militar y calificó a la guerra, las mayúsculas provienen del documento, como una “AVENTURA MILITAR”.[1]
La política de hacer público el informe es un paso más para oxigenar los resabios que quedan de la dictadura. Tiene un preciado valor histórico hacia el pasado al conocer otra visión, la guerra desde adentro, y hacia el futuro al construir una sociedad que no sólo enjuicia a sus represores sino que niega las causas políticas de sus juntas militares.
En el volumen principal de 335 fojas, donde se resume la investigación y tipifican las responsabilidades políticas y militares, el análisis del conflicto bélico no deja de ser polémico, tanto en la utilización de la guerra como medio y hasta las tácticas y estrategias alternativas que tenían las fuerzas armadas en el “teatro de operaciones”, donde por ejemplo sostiene que la rendición fue prematura, que los soldados argentinos aun tenían más por entregar durante el avance británico. Pero sin hacer juicios ideológicos o morales, lo que sigue de la nota es un resumen de lo más sustancial de su contenido.

2 Las negociaciones y la diplomacia
Al momento de la invasión a las islas Malvinas, según la comisión investigadora, era la peor situación diplomática[2] para Argentina.
Por empezar, en el análisis previo del gobierno dictatorial se subestimó la alianza histórica entre Estados Unidos y Gran Bretaña (socios comerciales y de la OTAN), considerando que el primero haría todo lo posible por evitar el conflicto armado y que se mantendría neutral en la disputa entre dos gobiernos “amigos”.  “El gobierno argentino tuvo, desde el primer momento, (01 de abril), la ratificación precisa de que EE.UU. apoyaría a Gran Bretaña en caso de desatarse el conflicto armado”[3], dice el informe en base a la charla telefónica que mantuvo Galtieri con su par estadounidense Ronald Reagan, pocas horas antes de la recuperación momentánea de las islas.
Segundo, la dictadura desconocía la situación de crisis que vivía el gobierno de Margaret Tatcher con agudas y recurrentes manifestaciones violentas en las calles de Londres. Según el informe Rattenbach, esto implicaba que Estados Unidos haría todo lo posible para evitar que caiga un gobierno estratégico e ideológicamente afín como el de Inglaterra que, por su parte, la invasión del archipiélago le venía políticamente muy bien para relanzarse con una causa nacionalista y en defensa de los intereses de los súbditos de la corona[4].
Además, Argentina nunca había tenido una política sincera de acercamiento con los países subdesarrollados, era enemigo manifiesto de gobiernos revolucionarios como el de Nicaragua (los militares argentinos entrenaban a los contrarrevolucionarios del gobierno sandinista), y carecía de diálogo directo con los denominados países No Alineados. Aun así, y con esas variables llamativas de la historia, Cuba fue quien trabajó a favor de la causa Argentina gestionando el apoyo de los No Alineados[5].
A todo eso se suma que aun estaba pendiente el conflicto del oeste con Chile. La guerra de Malvinas trajo un segundo frente de batalla con una dispersión del esfuerzo militar[6].
Por si fuera poco, en todo el mundo, sostiene el informe, Argentina era un país desprestigiado por “su política contra los derechos humanos”.[7] Todo ese cuadro atentaba con cualquier tipo de apoyo diplomático de los países neutrales al conflicto.
Otro aspecto basal del error político fue echar por tierra todo lo que había avanzado Argentina en casi 150 años de reclamos pacíficos.
Desde que la pequeña comisión de argentinos fue expulsada de las Malvinas en 1833, el país reclamó sin interrupción la devolución del territorio insular. Hay que tener en cuenta el contexto histórico: por ese entonces Juan Manuel de Rosas emprendía la denominada “Conquista del desierto”, gravitaba una situación de guerra interior, y todavía faltaban 20 años para que se sancione la Constitución nacional. Aun así, Argentina no se olvidó nunca de su causa histórica.
En 1965 la ONU sanciona la Resolución 2065, en la cual se reconoce internacionalmente la disputa por Malvinas y convoca a los dos países a resolver la cuestión; postura que nunca resultó cómoda para Gran Bretaña acostumbrada a imponer el colonialismo sin excusas y sin explicaciones. Además, la población impuesta en las islas no es originaria, por lo cual no le cabe el derecho de autodeterminación. Esta victoria política se sumaba a la Resolución 1514 que promueve la descolonización en el mundo.
Hacia finales de la década del 70 y principios del 80 hasta que estalla la guerra, algunos funcionarios y diplomáticos ingleses reconocían que tarde o temprano las Malvinas volverían a la soberanía Argentina. En síntesis, la causa venía madurando a favor de la recuperación por vía pacífica. Esto llego al punto de que el gobierno de Margaret Tatcher elaborara una propuesta de traspaso gradual (similar a la historia de Hong Kong para China) que fue puesto en consideración de los isleños. Cuando los kelpers rechazaron la propuesta, el gobierno británico pidió congelar (no abortar) por diez años la negociación.[8] Hasta ahí llegó en ese momento la voluntad de Gran Bretaña, y hasta ahí llegó la paciencia del belicoso Galtieri que frustrado de una batalla con Chile quería tener su propia guerra como presidente de facto.

3 Lo estratégico y lo militar
El protocolo militar argentino establece que en caso de ir a la guerra se debe hacer un testeo de aceptabilidad, factibilidad y aptitud de los fines y las circunstancias. Para la comisión, si los conductores de la dictadura hubiesen respetado el plan original que se tramó a finales de 1981, esto era ocupar las islas para obligar a Gran Bretaña a negociar, la aceptabilidad de lo ocurrido el 2 de abril era al menos razonable. Pero esa política, que según Rattenbach cambió cuando Galtieri encuentra una plaza de Mayo llena a favor de Malvinas[9], viró a una estrategia confrontativa contra una de las armadas más poderosas del mundo, y el ya triste y recordado “Si quieren venir que vengan le presentaremos batalla” que cerró de alguna manera las posibilidades de una salida más decorosa y menos dolorosa teniendo en cuenta el resultado final.
Entonces, en vez de retirar el grueso de la fuerza militar desplegada para que se lleven a cabo los caminos diplomáticos lógicos, a partir del 2 de abril de 1982 Argentina reforzó su presencia con más soldados y equipos de guerra. Con ese panorama, y Margaret Tatcher desplegando el grueso de su flota de mar para recuperar el archipiélago, una victoria en Malvinas no era factible y las fuerzas propias no estabas aptas para un conflicto de esa envergadura.
Así, específica el informe:
  • “El Ejército Argentino no se hallaba debidamente adiestrado ni capacitado para sostener un conflicto bélico de la magnitud y características del que se llevó a cabo y contra un enemigo con experiencia y un poder militar superior”.[10]
La categórica evaluación se desprende de lo siguiente: La clase 62 del servicio militar obligatorio ya había sido dada de baja y la clase 63 recién convocada no había concluido la instrucción militar básica; buena parte de la elección de las unidades enviadas a las islas no fue acertada porque carecían del equipamiento adecuado sobre todo para enfrentar el clima de bajas temperaturas y lluvias constantes; no se previeron las necesidades de orden logístico agravadas por el aislamiento de un territorio insular bloqueado por la fuerza británica; fue “inadecuada la distribución del poder combativo”, y las tropas estuvieron dos meses y medio desplegadas con problemas de abastecimiento de alimentos resultando que una buena parte de los soldados presentara severos signos de desnutrición.[11]
  • La Armada Argentina “no se hallaba operacionalmente lista”[12]:
La cantidad y preparación de la fuerza de submarinos era insuficiente; recién se habían adquirido los primeros misiles Exocet y no se había ensayado su utilización; luego del hundimiento del crucero General Belgrano se optó por retirar el grueso de los buques de guerra a aguas poco profundas, impidiendo que puedan tener alguna tarea de desgaste sobre la fuerza enemiga para descomprimir la intensidad de los ataques a las fuerzas desplegadas en Malvinas.
  • La Fuerza Aérea “no se hallaba operacionalmente lista”:
    No se alargó la pista de Puerto Argentino para que pudieran volar directamente desde las islas y no desde el continente donde el tiempo de misión era más largo y más peligroso; no se acondicionó el sistema de bombas, de las cuales se desprende que el 60 por ciento de las que dieron en el blanco no estallaban porque “no tenían sus tren de fuego preparado”; se eligió la peor fecha para la aviación porque los fuertes vientos menguaban las posibilidades de despliegue de las naves sumado a que la franja de luz diurna era de las mínima del año.
Además de estos sumarios generales, el informe Rattenbach critica a toda la pirámide de mandos. Empezando por Galtieri que desconocía la situación bélica, sobreestimó la calidad de las fuerzas argentinas y no tuvo una evaluación acorde a las circunstancias. También se condena al gobernador transitorio de Malvinas, Luciano Benjamín Menéndez por no liderar adecuadamente la defensa de las islas, mantener desamparados a los soldados y militares desplegados en la turba isleña y rendirse antes de tiempo: “La capitulación en sí, se realizó cuando ya no existían posibilidades de controlar a los efectivos propios, los que se replegaron desordenadamente a Puerto Argentino, empujados por el accionar del enemigo. [Aún] No se habían agotado las municiones ni el número de bajas se aproximaba a lo establecido por el Código de Justicia Militar”[13]; para la comisión, los 649 muertos al 14 de junio de 1982, treinta años atrás, era todavía insuficiente.

 * Las imágenes del texto son de la película Iluminados por el fuego.
 * * El informe completo se lo puede bajar en el siguiente link:


[1] Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, Informe final, página 96.
[2] Ibídem, página 51.
[3] Ibídem, página 52.
[4] Ibídem, página 131.
[5] Ibídem, página 124.
[6] Ibídem, página 206.
[7] Ibídem, página 50.
[8] Ibídem, página 42.
[9] “… y aquel "Ocupar para negociar" debió transformarse en "Reforzar para disuadir a Gran Bretaña de recuperar las islas por la fuerza y obligarla a negociar"; y aquellos 500 hombres iniciales debieron transformarse en 3 brigadas”, Ibídem, página 203.
[10] Ibídem, página 217.
[11] Ibídem, páginas 249, 299 y otras.
[12] Ibídem, página 217.
[13] Ibídem, página 233.